Vergüenza: Qué es, por qué sentimos esta emoción y cómo superarla. Una guía completa

Descubre todo sobre la vergüenza: Qué es, definición y concepto, tipos, su función, cómo aparece esta emoción. ¿En qué se diferencia de la auto crítica y la culpa? Algunos de nosotros nos sentimos avergonzados sin haber hecho nada malo ¿esto es normal? ¿Cuando la vergüenza se convierte en un problema?, ¿está relacionada con problemas psicológicos como adicciones, violencia o depresión? Encuentra técnicas, consejos y estrategias que te ayudarán a entender y superar esta emoción. Y si tienes cualquier duda, puedes dejarnos tu pregunta abajo, y te responderemos.

Vergüenza: Qué es, por qué sentimos esta emoción y cómo superarla.
Vergüenza: Qué es, por qué sentimos esta emoción y cómo superarla.

El calor me invade, y con él una incómoda sensación de jaque mate y bochornosa inadecuación. Desearía que me tragase la tierra y desaparecer. Vergüenza al saludar emocionado a quién no era, al resbalar y caer en mitad de la calle, al responder erróneamente a una pregunta, o al contar un chiste tan malo del que nadie se ría. ¡Qué vergüenza!

¿Qué es la vergüenza? Definición y concepto

La vergüenza se puede definir como una sensación de pérdida de dignidad, de tristeza, insuficiencia y/o inadecuación acompañada de rabia, calor intenso y/o rubor facial, que se produce cuando nuestras debilidades son expuestas. Es el miedo a ser juzgado negativamente, de manera real o imaginaria pudiendo generar odio hacia uno mismo, al considerarse un error.

” Esta emoción se siente como un tormento interior, una enfermedad del alma. No importa si el humillado ha sido avergonzado por la risa burlona o si se burla de sí mismo. En cualquier caso, se siente desnudo, derrotado, alienado, sin dignidad ni valor” (Tomkins. 1963).

La mayor parte de autores coinciden en que es una emoción autoconsciente, moral y compleja resultante de la combinación de otras emociones más básicas. En nuestro idioma, el término vergüenza abarca desde un leve y bochornoso mal trago: «¡vaya, qué incómodo!», hasta un profundo e hiperconsciente: “¡no valgo para nada, soy un desastre!”. Sentimos esta emoción cuando nuestras debilidades se ven expuestas, como si de repente se abriera el telón y nos pudiéramos ver al natural y sin filtros. Entonces, caemos en picado de nuestra nube de algodón haciéndonos hiper-conscientes de nuestras limitaciones. “Eres un desastre, no vales para nada”…Nuestra voz en off se encargará de recordarnos que nos encontramos muy lejos de nuestra soñada perfección o “estándar personal”. Odiándonos por ser incapaces de escapar de nosotros mismos, pues ahora “somos el problema, “No podía haber hecho esto, pero lo he hecho, y no lo puedo deshacer, porque esto soy yo”.

Esta emoción hace que nos cuestionamos a nosotros mismos, nos obliga a vernos desde un nuevo ángulo. Nos hace sentir tan inadecuados y erráticos que pensamos que no hay nada que podamos hacer, por lo que la escondemos, la minimizamos y nos la tragamos del todo, pensando que así desaparecerá. Como a nadie le agrada tiende a ocultarse, por lo que es difícil saber hasta qué punto se experimenta. También puede considerarse un escudo protector que nos defiende ante palabras o juicios negativos,…¡Según como se mire!

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La improvisación se vuelve inevitable cuando alguien te pregunta sobre animales acuáticos. Teniendo en cuenta que no sabes nada del tema, intentas escurrir el bulto. Entre risas y miradas de perplejidad sobrevives rojo como un tomate. ¡Ya es la hora! Aliviado, empujas la puerta decidido a salir de allí todavía con algo de dignidad, pero no se abre. Empujas con más fuerza mientras una voz grita: ¡Es hacia dentro, lo pone el cartel! Levantas la mirada y, en un enorme cartel pegado delante de tus narices, puedes leer: T-I-R-A-R. En ese momento alguien se aproxima para decirte que llevas un trozo de papel higiénico pegado en el zapato. ¡Tierra trágame!

Has intentado salir airoso y controlar la situación, pero finalmente la vergüenza te inunda e irremediablemente la situación te controla a ti.

Rubor facial, palpitaciones, incapacidad de mirar a los ojos, encogimiento corporal, sentimientos de aislamiento, de pequeñez, y/o confusión… Acompañados por intensos deseos de desaparecer. Esta emoción interrumpirá cualquier asunto que tengamos entre manos dejándonos paralizados o haciéndonos desear correr hacia la “salida de emergencia”.

Infinitos asuntos pueden activar nuestra vergüenza, ¿Es contagiosa?

No es tanto el asunto mismo sino cómo nos haga sentir. Algunas personas se sienten profundamente avergonzadas si cometen el más mínimo error mientras que para otras no es tan siquiera un error. ¿Cómo se explica? La sentimos sin haber hecho nada malo; también al anticipar una situación y por tanto en soledad, sin necesidad de un desencadenante externo más allá de nuestros pensamientos y recreaciones. ¿Qué hay más solitario que un sueño?, ¡Pero un sueño con audiencia!

“Soñé que estaba en el escenario, desnudo,

Delante de mil ojos penetrantes, mirándome fijamente”.

Parece cobrar todo su sentido en relación con los demás. Son los otros los que en un momento dado pueden llegar a meterte en el tarro que no vales lo suficiente. Si escuchas quejas sobre tus características personales muy a menudo, acabarás dudando de ti mismo, sintiéndote inadecuado y/o fracasado.

La vergüenza es una emoción social, y como tal es propia, aunque no exclusiva, de contextos sociales. El papel de los otros en su formación y mantenimiento es innegable, pues todo parece amplificarse al ser avergonzado en público o humillado injustamente. Tanto es así, que a veces nuestra vergonzante emoción se enquista en nuestra personalidad pudiendo volverse patológica. Vejaciones o ridiculizaciones, pasadas y presentes, pueden quedar latentes en nuestra psique y emerger en cualquier momento ante cualquier indicio que detone la bomba vergonzante.

Marx dijo que la vergüenza es ira contra uno mismo. Ira interior. La propensión a la vergüenza está relacionada con la ira, la desconfianza, el resentimiento, la irritabilidad, una tendencia a culpar a otros por eventos negativos y expresiones indirectas de hostilidad.

Este sufrimiento acumulado también puede dirigirse hacia otros; un humillador o humilladora es alguien que habiendo sido humillado previamente se encargará de pasar el testigo de su vergüenza, buscando con esto poder quitársela de encima. Es una forma más de agresión y desgraciadamente todos hemos sido avergonzados más de una vez. Si es que… ¡Vergüenza tenía que darte!

¿Pero es contagiosa? Claro que sí, la vergüenza se contagia. Un ejemplo de ello es la vergüenza ajena. ¿Cómo explicar que podamos sentir vergüenza por algo de lo que no somos protagonistas?, ¿Por qué nos da tanto corte hablar con alguien tímido? ¡Se contagia!

Vergüenza y autocrítica

Cuando una persona ha sido avergonzada de manera recurrente o desde la infancia, asumirá su inferioridad, tendrá poca autoestima y hasta puede volverse hipersensible como forma de protección y por tanto, con propensión a la vergüenza. Se autocriticará duramente mientras el resto de personas parezcan ni enterarse. Esta autocrítica puede llevar a la rumiación, buscar constantemente ser perfecto, y hasta la depresión o ansiedad.

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Tipos de Vergüenza: El termómetro de la vergüenza

Hay diferentes tipos de verguenza que podemos sentir:

  • Vergüenza interna cuando nos juzgamos negativamente.
  • Vergüenza externa cuando pensamos que los demás tienen una visión negativa de nosotros.
  • Vergüenza inconsciente, cuando se apodera de nuestros pensamientos más íntimos y…¡Ni nos enteramos! De ahí su peligrosidad.
  • Vergüenza ajena, cuando es el otro el que resulta inadecuado.

Esta emoción se volverá tóxica al convertirse en una forma de ser. Este término acuñado por el psicólogo estadounidense Sylvan Tomkins se refiere a una vergüenza de gran intensidad, que no necesita nada externo para ser activada.

¿Qué función desempeña la vergüenza?

Las emociones autoconscientes, como la culpa o la vergüenza, son centrales en la formación de la identidad y también para el comportamiento social (Damasio 2003). Esta emoción es un mecanismo por el cual la sociedad regula su conducta.

Función Social y Psicológica

  • La vergüenza resulta negativa para la interacción social.
  • Impulsa el miedo a “quedar mal” delante de otras personas.
  • Tiene relación con la conducta pre-social.
  • Las emociones facilitan la comunicación de los estados emocionales y regulan el comportamiento de los demás por lo que la vergüenza funciona igual.

Según Keltner y Buswell, es apaciguadora, y sus señales no verbales comunican a los demás que se comparten las reglas del juego aunque hayan sido temporalmente transgredidas. Aunque a menudo parezca desregularnos, ¡La vergüenza cumple con su función!

¿Cómo se forma la vergüenza?

Hay autores como Silvan Tomkins opinan que forma parte de nuestros afectos innatos y ya nos viene de paquete; comenzando a desarrollarse al mismo tiempo que va surgiendo la conciencia de sí mismo o autoconciencia. Esto ocurre cuando el niño se da cuenta de que algunos de sus comportamientos resultan inapropiados para los demás. La educación y las normas sociales tendrán un papel fundamental.

Vergüenza vs culpa

Estas dos emociones menudo suelen confundirse.

Vergüenza: Me siento mal por ser lo que soy. “Soy el problema”.

Culpa: Me siento mal por una acción cometida.

Para June Price Tangney la vergüenza es un problema más intenso, incapacitante y penetrante, pues te atribuyes el mal a ti mismo como individuo y no a tus acciones.

Deseas escapar de la situación más que ponerle remedio. Para Ferguson y sus colaboradores, 2007, esta emoción no es siempre tan negativa como pudiera parecer pudiendo servir como recordatorio de los ideales morales de uno. La culpa es más específica y suele solucionarse por medio de una acción correctora como disculparse o confesar.

Propensión a la vergüenza y problemas psicológicos

La propensión a esta emoción está asociada con problemas psicológicos como adicciones, violencia o depresión. ¡Menos para los psicópatas!, para los que esta emoción no parece ningún inconveniente. En un estudio de 1992, se comprobó que aquellos sujetos con propensión a la vergüenza, es decir, con una forma vergonzosa de responder, tendrían más papeletas para la inadaptación psicológica.

“Curarse” en vergüenza

“ Aún más importante que la situación vivida será lo que nosotros hagamos de ella”.

Según parece, tenemos la posibilidad de regularla, pues está bastante relacionada con nuestra manera de interpretar. ¡Todo dependerá de cómo nos la tomemos! Podemos esquivarla o camuflarla mediante conocidas técnicas de disimulo como desviar la atención o reírse de uno mismo. Al quitarle hierro al asunto ganaremos algo de tiempo, pero volverá a llamar a nuestra puerta y… ¿Entonces?

Como hemos visto, cumple con su función reguladora pero también es una emoción que duele. Diferenciar si estamos sintiendo una vergüenza natural propia del momento o una más profunda que persiste cual cicatriz difícil de borrar, puede ayudarnos.

La teoría de la resiliencia de la vergüenza (TRE) desarrollada por la investigadora americana y trabajadora social, Brené Brown en 2006. Nos recomienda:

  • Reconocer la vulnerabilidad personal
  • Reconocer los factores externos que nos llevaron a esto
  • Trabajar la empatía, pues es incompatible con esta
  • Tratar de deconstruir dichos sentimientos

¿Cómo superar la vergüenza?

1. Intenta olvidar lo que la activó. Pero si no es posible…

2. Reinterpreta las causas que te llevaron hasta allí.

3. Identifica tus pensamientos. ¡Desmóntalos!

4. ¡Desinhíbete!

5. Si ya sabes que algo te hará pasar vergüenza, tienes dos opciones: no repetirlo o hacerlo, ¡Trasciéndela!

6. Identifica si es local o tiene orígenes en tu pasado.

7. Ten en cuenta que todos la sentimos y es natural, ¡Normalízala!

8. Aprende a hablar su lenguaje. Diferenciar entre esta emoción, culpa, humillación… nos ayudará a pedir lo que necesitamos; a entender y que nos entiendan.

9. No te regocijes en esa incómoda sensación, eres más que eso.

10. Si alguien te está haciendo sentir vergüenza, di: ¡Basta!

Siempre puedes devolver la vergüenza a quien te avergonzó o restaurar tu honor exigiendo una disculpa. Pero será todavía mejor fomentar la empatía.

Cuando la vergüenza vuelva a llamar a tu puerta, pregúntate: ¿Qué es lo peor que me podría pasar? Deja tu comentario.

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