Los signos y síntomas del estrés: cuando lo que haces parece no ser suficiente

Cualquiera que comparta nuestra cultura, y por ende, nuestro estilo de vida, habrá experimentado alguna vez síntomas que muy hábilmente habrá inferido como consecuencia del estrés; o habrá asistido a conversaciones en las que tarde o tempano  habrá resonado en sus oídos comentarios como: “la gente va tan estresada en esta vida moderna” o “este estrés te va a dar un día un disgusto”. Y es que para muchos, los síntomas del estrés, son consecuencia ineludible de la vida moderna.

Pero ¿qué hay de realidad acerca de lo que creemos saber sobre el estrés y sus síntomas? ¿Es tan malo y pernicioso para nuestra salud como dicen? ¿Qué importancia juega la cultura en nuestro entendimiento sobre el estrés? En las líneas que siguen, pretendo ilustrar al lector algunos esbozos acerca de lo que ciencia dice sobre el estrés y sus síntomas.

Síntomas de Estrés

Síntomas del Estrés

A pesar de que el término estrés, figura en el diccionario desde al menos el siglo XVII, no fue hasta la Segunda Guerra Mundial, cuando verdaderamente se empezó a tener en cuenta. Desde entonces, ha habido una gran proliferación  de estudios científicos acerca del estrés, sus síntomas y sus consecuencias.

A modo de ejemplo, en los años 80, los artículos de psicología que llevaban en su título la palabra estrés, no llegaban a los 250, mientras que en 1999, casi llegaban a los 1000.  Por desgracia, la ciencia a menudo no va acorde con la sabiduría popular, y el tema del estrés, no ha sido una excepción, ya que rápidamente se fue extendiendo la idea de que el estrés, era un estado contraproducente, consecuencia de la vida moderna, causante de alteraciones en la salud de las personas, y que por lo tanto, era deseable evitar.

Comenzaron a surgir miles de remedios para paliar los síntomas atribuidos al estrés (fármacos, infusiones naturales, libros de autoayuda, etc.). Sin embargo, a pesar de la basta sabiduría acerca del estrés, la ciencia todavía no había demostrado lo que ya se creía que se sabía.

Definir el estrés, no es tarea sencilla debido a la multiplicidad de usos que abarca el término. A veces, se usa para aludir a factores externos,  se dice por ejemplo: “¡que trabajo tan estresante!” Otras, en cambio, aluden a un estado psíquico en el que predominan síntomas como tensión y ansiedad.

No obstante, a pesar de la ambigüedad del concepto, actualmente, parece haber consenso en el campo de la ciencia, en que:

El estrés es un estado psíquico, resultante del interjuego entre factores externos (“estresores”) y elementos internos (“disposicionales“),  que devienen de la percepción de no poseer recursos suficientes para hacer frente a las demandas externas, y que en consecuencia, generan todo un repertorio de cambios neurofisiológicos y sentimientos de malestar, a saber: ansiedad, tensión, irritabilidad, etc. (Facius, S. 2017).

Se trata de una respuesta natural del organismo, en pro de la adaptación y cuyos síntomas podrían situarse a lo largo de un continuum en función de la prolongación en el tiempo del estado alterado y la intensidad de dicho estado.

De esta manera, en un extremo de los síntomas del estrés, situaríamos aquellas vivencias repentinas, pero intensas y momentáneas, que en un momento dado requieren del despliegue de un amplio abanico de recursos, pero que debido a su corta duración, no suelen ser trascendentes para la salud, a no ser, que previamente presentásemos poca salud.

Mientras que en el otro extremo de síntomas de estrés, situaríamos aquellas vivencias prolongadas en el tiempo, que conllevan malestar y sensación de desgaste. Al tratarse de experiencias,  en ocasiones, tan dilatadas en el tiempo, uno puede no ser consciente de la relación que guarda con sus síntomas ni la intensidad de malestar que padecen, y vivenciarlo con toda normalidad. ¿Qué situaciones provocan estrés?

Respuestas naturales: Signos y síntomas del estrés

1. Respuestas Cognitivas

Síntomas del estrés, que se manifiestan en los procesos mentales:

  • Deterioro de la memoria
  • Dificultades para concentrarse
  • Juicio alterado
  • Ideas obsesivas, de contenido angustiante
  • Ideas fóbicas
  • Valoración catastrofista de la realidad

2. Respuestas Emocionales

Síntomas del estrés circunscritos al estado de ánimo

  • Oscilaciones en el estado de ánimo
  • Ansiedad, depresión
  • Tristeza
  • Sensación de falta de esperanza
  • Humor irascible o irritable
  • Sentimientos de soledad
  • Sentirse incomprendido
  • Sentirse tenso, incapaz de relajarse
  • Dificultad general para disfrutar de los buenos momentos

3. Respuestas Físicas

Signos y síntomas del estrés que se expresan en cambios neurofisiológicos

  • Aumento de la presión arterial
  • Oscilaciones en el peso (aumento/disminución)
  • Problemas en la piel
  • Problemas menstruales
  • Molestias gastrointestinales
  • Dolores físicos sin causa orgánica
  • Falta de energía
  • Disfunciones sexuales
  • Náuseas, mareos
  • Enfermedades frecuentes

4. Respuestas Conductuales

Aapreciación de indicios de estrés a través del comportamiento

  • Conductas compulsivas (comer en grandes cantidades, gastar más dinero de la cuenta, etc.).
  • Alteraciones en las horas de sueño (dormir mucho/poco).
  • Tics nerviosos (morderse las uñas, inquietud psicomotriz, deambular de un lado a otro, etc.)
  • Hábitos tóxicos (beber en exceso, fumar demasiado, etc.).
  • Conductas de retraimiento social (aislamiento)
  • Descuido de responsabilidades

No debemos olvidar, que cada persona manifiesta estrés con  signos y síntomas particulares, pudiendo manifestar unos y no otros, en función de características individuales.

Síntomas del estrés, como respuesta adaptativa

A diferencia de los tópicos que la cultura fomenta, a veces, de forma implícita, el estrés, es una respuesta del organismo en cuya naturaleza se encuentra la finalidad de poder amoldarse al entorno y sobrevivir a él. Si no fuera por las reacciones en nuestro organismo, que generan la percepción de peligro o la falta de seguridad y control, muy probablemente la especie humana ya hubiera sido devorada por especies mamíferas que superan con creces nuestra fuerza y no habríamos perdurado a lo largo de los siglos. Es precisamente la percepción de la señal de alarma, la que nos prepara para hacer frente a las adversidades generando cambios neurofisiológicos necesarios.

Veamos algunos ejemplos donde se reflejan síntomas de estrés:

Imagina por un momento que circulamos por  la autovía, cuando de repente, caemos en la cuenta de que la hilera de vehículos que circulan por nuestro carril delante de nosotros, activan sus luces de frenado y aminoran la velocidad de forma notoria.

En esas milésimas de segundo, nuestra atención se focaliza exclusivamente en lo que ocurre en la carretera. Probablemente, si nos preguntasen que canción resonaba por los altavoces de nuestro coche en ese momento preciso, no tendríamos ni la menor idea de cuál era, ya que en el momento en el que los vehículos comenzaron a aminorar la velocidad de forma considerable, nuestro organismo, sabiamente se dispuso en el modo “¡¿peligro?!”, por lo que nuestros sentidos se agudizaron y focalizaron en la carretera, mientras disponíamos del resto de nuestro cuerpo para pasar a la acción lo más hábilmente posible, ya fuera frenando nuestro vehículo, tratando de esquivar al vehículo de delante o colocándonos en una posición que creemos nos cubriría del impacto.

Esas reacciones, que se suceden en tan corto periodo de tiempo, no serían posible si no hubiéramos percibido la situación como peligrosa. Es esa valoración de la vivencia,  la que genera síntomas de estrés en el organismo y éste, se prepara para hacer frente a la situación (estresor) a través de cambios neurofisiológicos que nos permiten actuar con rapidez.

De no ser así, probablemente hubiéramos reaccionado demasiado tarde y las consecuencias habrían sido mayores. Probablemente, una vez hubiéramos detenido el vehículo y percibiéramos que volvemos a tener la situación bajo control, nos daríamos cuenta del nudo en el estómago que se nos había formado y de lo rápido que latía nuestro corazón. Sin embargo, dada la brevedad de la vivencia, seguramente, al poco,  nuestro organismo restablecería su funcionamiento habitual sin mayor consecuencia.

Pensemos ahora en la experiencia de empezar en un nuevo trabajo. Si lo has experimentado alguna vez, y más aún, si has tenido que cambiar de lugar de residencia para ello, probablemente habrás percibido la sensación de agobio que puede suponer.

Así se trate de un puesto de trabajo con el que siempre habíamos soñado, es muy probable que algún síntoma producto del estrés aflore durante el trascurso de adaptación a esa nueva época. ¿Y por qué sucede?- sencillamente, porque el mero hecho de abandonar nuestra zona de confort (ese lugar al que ya nos habíamos habituado, donde nos sentíamos seguros porque ya habíamos interiorizado sus mapas, automatizado nuestra rutina, y donde, por tosca que pudiera parecer nuestra vida, uno se sentía tranquilo porque conocía cada cosa y cada lugar), requiere de la disposición de un sobre esfuerzo  de nuestro organismo, y por ende, la activación fisiológica de éste, para permitirnos conocer y adaptarnos a las nuevas exigencias del entorno.

No es de extrañar, que nos sintamos agotados en el día a día, manifestemos ansiedad, tengamos dificultad en mantener un sueño reparador, tensión muscular, molestias gastrointestinales, etc. Sin embargo, a medida que nos vamos haciendo con nuestro entorno y adquirimos control sobre éste, muy probablemente los síntomas del estrés aminoren y disminuya la activación neurofisiológica.

Algo tan poco significante como salir de nuestra nueva casa dirección a nuestro nuevo trabajo, puede resultar un tanto estresante cuando desconocemos cuánto tráfico suele haber, cómo serán nuestros nuevos compañeros de oficina, cuánto aparcamiento habrá en ese lugar, etc.

Como hemos podido ver, el estrés y sus síntomas son más necesarios y beneficiosos de lo que a veces se piensa. Sin ellos, no seríamos capaces de “exprimir” nuestra maquinaria y hacer frente a las muchas y diversas situaciones que nos impone la vida. Pero ¿Qué sucede cuando vivir con estrés se prolonga a lo largo del tiempo?

Vivir continuamente con síntomas de estrés (el estrés crónico)

Es aquel estrés,  que está tan diariamente presente en nuestras vidas, que puede que incluso, vivamos con normalidad el estado de tensión y los síntomas inducidos por nuestro malestar, sin percatarnos que en vez de ser la normalidad, debería ser la excepción.

Se trata de aquellas circunstancias que se prolongan a lo largo del tiempo (semanas, meses o años), como por ejemplo: tener dificultades económicas, un matrimonio conflictivo, una enfermedad grave, estrés postraumático, problemas en el trabajo, etc.,  y que a pesar de los sobre esfuerzos, uno nunca llega a sentirse seguro y satisfecho. Las secuelas subyacentes, tienden a ser más preocupantes y su tratamiento más complejo.

¿Cuales son las consecuencias del estrés crónico? No sólo influye directamente en nuestra salud,  sino que también lo hace de forma indirecta, mediante la adquisición de hábitos o formas defensivas, que inciden negativamente sobre nuestro bienestar.

A modo de ejemplo, se ha observado que aquellas personas que fuman o consumen alcohol, durante periodos de estrés, aumentan considerablemente este hábito. Por ello, es difícil dilucidar con exactitud los síntomas y las consecuencias directas del estrés. Lo que sí está claro, es que el estrés constituye un elemento clave, que junto con la interacción de otros elementos, pueden inducir a la presencia de enfermedades.

Las disposiciones individuales, es decir, elementos propios del individuo,  como son: su código genético, su desarrollo neurbiológico modulado por la influencia de experiencias tempranas y sus rasgos de personalidad, pueden ser elementos de gran peso, como factores disposicionales para el estrés y la somatización de éste mediante síntomas y enfermedades determinados. Son los que en definitiva determinan el curso del estrés y su manifestación.

Así, sabemos que aquellas personas que tienden a ser más exigentes consigo mismos y buscar el detallismo y la perfección, o aquellos otros, con tendencia al pesimismo, tienden a manifestar más ataques de pánico, o niveles de ansiedad elevados.

Algunas pinceladas sobre cómo atenuar los síntomas del estrés

Como hemos podido ver, el estrés depende de una multiplicidad de elementos que al interactuar inciden en el malestar propio de cada persona. Nadie experimenta los mismos síntomas de estrés bajo las mismas condiciones.

Lo que para unos puede resultar una situación desbordante y agotadora, para otros, la misma situación puede ser fascinante e inspiradora. Por tanto, un elemento esencial que puede modular la intensidad del malestar, es el proceso mental mediante el que valoramos la peligrosidad de la situación.

Un león, no da miedo por ser un león, sino por las cualidades que mentalmente le atribuimos. Posiblemente, la valoración de peligrosidad que efectuaría una persona desconocedora de los leones, sería muy diferente a la que llevaría a cabo un domador de leones.

De hecho, existen interesantes investigaciones en las que se han concluido que aquellas personas que manifiestan padecer síntomas de estrés y vivirlo de forma negativa y con pesimismo, tienen mayor probabilidad de padecer enfermedades y tener más problemas de salud, que aquellas otras personas, que pudiendo estar bajo las mismas o mayores condiciones de estrés, lo vivencian como algo estimulante, necesario  y beneficioso (pueden verlo en el siguiente vídeo).

Por lo que en definitiva, quizá una buena forma de comenzar a lidiar con los síntomas del estrés, sea añadir algunas pinceladas de optimismo a la experiencia del estrés.

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