Síndrome de las piernas inquietas: Guía completa sobre este trastorno

El descanso nocturno es fundamental para un correcto funcionamiento en nuestra vida diaria. ¿Qué ocurriría si, durante la noche o en los momentos de reposo, sintiéramos el deseo irrefrenable de mover las piernas? ¿Si fuésemos presas de sensaciones desagradables que nos robaran las horas de sueño que necesitamos? Esto es con lo que deben luchar aquellas personas que padecen el «síndrome de las piernas inquietas». Descubre más acerca de este molesto trastorno del sueño.

¿Qué es el síndrome de las piernas inquietas?

¿Qué es el síndrome de las piernas inquietas?

¿En qué consiste el síndrome de las piernas inquietas?

El síndrome de las piernas inquietas (SPI), también conocido como «enfermedad de Willis-Ekbom», consiste en un trastorno neurológico que genera sensaciones molestas en las piernas mientras se está en reposo (en especial, cuando se está sentado o tumbado). La persona que lo padece necesita moverse, levantarse o andar, pues así consigue alivio. Se encuadra en la categoría de «trastornos del sueño».

El desarrollo del síndrome de las piernas inquietas es crónico y lentamente progresivo. Esto significa que va incrementando su intensidad con el paso del tiempo.

Del 3 al 15% de la población general se ve perjudicada por este trastorno, incidiendo tanto en mujeres como en hombres (aunque ellas parecen presentarlo con más frecuencia). Si bien puede aparecer en cualquier momento, es más habitual que se desarrolle a partir de los cuarenta años. En el 20% de los casos, el síndrome coexiste con otras condiciones (por ejemplo, insuficiencia renal, anemia, afecciones de la médula espinal, neuropatía periférica, la enfermedad de Parkinson, etc.). Además, suele haber varios afectados dentro de la misma familia.

Síntomas del síndrome de las piernas inquietas

Si les preguntásemos a los afectados sobre sus síntomas, probablemente nos los describirían como «sensaciones raras», «hormigueos», «cosquilleos», «tirones», «calambres», «quemazón», «pinchazos», etc. También harían alusión al dolor, los nervios y la dificultad de control. Veamos la sintomatología de este trastorno:

  • Necesidad irrefrenable de realizar movimientos con las piernas (en ocasiones, los brazos), ya sea con sensaciones incómodas o no. Este tipo de sensaciones anormales reciben el nombre de parestesias o de disestesias si además son desagradables.
  • Mejora con el movimiento: las molestias se atenúan o desaparecen.
  • Agravamiento en las últimas horas de la tarde y por la noche, lo que dificulta y empeora la calidad del sueño. Aparecen problemas para quedarse y mantenerse dormido. Esto provoca que, durante el día, se sufra somnolencia.
  • Empeoramiento en reposo: sentado, tumbado, en el coche, en el tren, en el cine, frente al ordenador, etc.

Consecuencias asociadas

Padecer este trastorno conlleva, además, una serie de efectos que afectan gravemente a la calidad de vida y al bienestar de la persona:

  • Efectos físicos: alteraciones del sueño, agotamiento, dolor de cabeza, problemas musculares y articulares, etc.
  • Efectos psicológicos: cambios de humor, nerviosismo, irascibilidad, depresión, ansiedad, desasosiego, apatía, problemas de concentración, déficit de memoria, etc. Los efectos depresivos y ansiógenos se potenciarán cuanto peor sea la condición física debido al cansancio. Es posible que, además de la atención médica, se necesite la intervención de un profesional de la salud mental.
  • Efectos sociales: interferencia con las actividades diarias, incomprensión de los allegados, bajo rendimiento laboral (y, en los casos más tempranos, escolar), tendencia al aislamiento, etc.

¿Cuáles son sus causas?

La mayoría de los estudios e investigaciones en este campo apuntan a alteraciones en la dopamina. Esta es un neurotransmisor, es decir, una sustancia que interviene en la comunicación de señales nerviosas entre neuronas. Su función está relacionada con la regulación de los movimientos (realización y coordinación). La dopamina necesita hierro para un funcionamiento adecuado, y los afectados con el síndrome de las piernas inquietas muestran deficiencias tanto en hierro como en ferritina (depósitos de hierro) hasta en un 30% de los casos.

Las lesiones en los nervios periféricos de las extremidades podrían ser otra de las causas de la aparición del síndrome de las piernas inquietas, así como el incremento del ácido úrico en el torrente sanguíneo.

Factores de riesgo

Existen una serie de factores predisponentes que aumentan la probabilidad de padecer esta dolencia:

  • Antecedentes familiares. Se le debe prestar atención al factor genético, puesto que influye en uno de cada tres pacientes con este trastorno.
  • Edad avanzada.
  • Consumo de ciertos fármacos, como antagonistas de la dopamina (aquellos que bloquean a este neurotransmisor) y los inhibidores selectivos de recaptación de serotonina (permiten que la serotonina se encuentre activa durante más tiempo en el cerebro).
  • Consumo excesivo de cafeína, tabaco y alcohol.
  • Enfermedades del tracto gastrointestinal, como la celiaquía sin tratar, el sobrecrecimiento bacteriano intestinal o la enfermedad de Crohn. Este tipo de dolencias generan un déficit de hierro y, como hemos visto, es un elemento necesario para el buen funcionamiento de la dopamina.

¿Cómo se diagnostica este trastorno?

La historia clínica del paciente evaluado será muy importante para el diagnóstico. La presencia de movimientos periódicos espasmódicos durante el sueño y algunas veces en la vigilia (se dan en el 80% de los casos y suelen durar entre 10 y 60 segundos cada vez), la predisposición genética y las respuestas previas a los psicofármacos dopaminérgicos son algunas de las cuestiones que se valorarán en el estudio para el diagnóstico. Además, es habitual que también se realicen una serie de exploraciones y pruebas médicas:

  • Estudios del sueño. Pruebas como el «test de inmovilización sugerida» (simple o múltiple) y la «polisomnografía nocturna» se utilizan para comprobar los movimientos periódicos de las extremidades. A partir de estos se infiere la calidad del sueño.
  • Análisis de sangre. Se comprueban las tasas de ferritina y hierro pues, como hemos visto, son elementos que suelen aparecer afectados.
  • Conducción nerviosa y electromiografía. Se utilizan para desechar la presencia de lesiones en los nervios periféricos de las piernas y/o los brazos.

Síndrome de las piernas inquietas y fibromialgia

Definimos fibromialgia como un trastorno crónico que genera fatiga y dolores musculoesqueléticos generalizados y en puntos específicos, además de sensibilidad corporal.  Se calcula que el 31% de las personas afectadas también padece el síndrome de las piernas inquietas. Ambas patologías comparten alteraciones en el funcionamiento del sistema nervioso, así como en las tasas de neurotransmisores, lo que se relaciona con las contracciones de los músculos.

Como veremos más adelante, un tratamiento adecuado del síndrome de las piernas inquietas mejorará la calidad de vida de las personas cuyo diagnóstico también es de fibromialgia.

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Síndrome de las piernas inquietas en el embarazo

En este caso, el trastorno puede llegar a afectar hasta el 30% de las mujeres embarazadas, y suele aparecer en el tercer trimestre. Además de los bajos niveles de hierro, los cambios hormonales experimentados en esta etapa tienen una gran influencia en el desarrollo del síndrome. En concreto, los estrógenos reducen la producción de dopamina. La sintomatología suele desaparecer poco después del parto.

Al contrario de lo que pueda parecer, esta dolencia no interfiere con el desarrollo correcto del embarazo. Sin embargo, la mayoría de los medicamentos que se recetan para el síndrome de las piernas inquietas están desaconsejados en esta etapa. Como medidas alternativas, en este mismo artículo, unas líneas más abajo, exponemos una serie de estrategias útiles para aliviar los molestos síntomas.

El síndrome de las piernas inquietas puede desarrollarse en el tercer trimestre de embarazo

El síndrome de las piernas inquietas puede aparecer en el tercer trimestre de embarazo

Tratamiento del síndrome de las piernas inquietas

¿Sabías que el 90% de las personas con síndrome de las piernas inquietas desconoce que lo tiene? Así que, ante la sospecha de que lo padecemos, es conveniente consultar a un médico. Valorará si los síntomas que percibimos se deben a este trastorno o no. Ante un diagnóstico positivo, elaborará un plan de tratamiento para mejorar no solo la sintomatología sino también la calidad de vida.

Tratamiento farmacológico

Debido a la mala calidad del sueño y a los estados depresivos, de desazón y nerviosismo, los psicofármacos se convierten en una alternativa habitual para reducir el malestar continuo del paciente.

  • Agonistas dopaminérgicos. Se trata de sustancias que realizan la misma función que el neurotransmisor que les da nombre, aunque su efecto fisiológico no sea tan grande como el de neurotransmisor en sí. En este caso, hacen las veces de dopamina. Los efectos secundarios a corto plazo suelen ser leves, incluyendo fatiga, aturdimiento o náuseas. Con menos frecuencia, pueden causar falta de control de impulsos o aumentar la somnolencia diurna.
  • Antiepilépticos. Aunque originariamente se utilizan para tratar, entre otros, la epilepsia, se ha visto su efectividad en estos casos.
  • Opioides. Ya sean derivados naturales, semisintéticos o sintéticos del opio, llevan a cabo funciones analgésicas sobre los receptores específicos del dolor del sistema nervioso central. Se debe tener especial cuidado en su empleo, pues dosis altas pueden generar adicción.
  • Somníferos y relajantes musculares. Las benzodiacepinas ayudan a dormir, pero no eliminan las sensaciones molestas en las piernas. Normalmente se recetan solo si otros medicamentos han fallado antes.

Cada persona es única. Tal vez haya que hacer varias pruebas hasta dar con aquel fármaco o combinación de fármacos más eficiente para cada caso. La prescripción suele hacerse inicialmente en dosis bajas y se incrementa si hace falta según la respuesta del organismo.

Además, si el médico ha encontrado deficiencias en los niveles de hierro en sangre, es posible que añada al tratamiento suplementos de hierro. Estos se pueden tomar por vía oral o intravenosa.

Estrategias que ayudan en casa

Padecer el síndrome de las piernas inquietas no es algo sobre lo que podamos decidir. No obstante, se pueden realizar pequeños cambios en nuestra vida diaria que ayudarán a aliviar la sintomatología:

  • Mejora tu higiene del sueño. Una luz adecuada, una temperatura agradable, un lugar cómodo y un entorno tranquilo son esenciales para lograr un buen descanso. Igual de importante es una rutina en los horarios de levantarse y acostarse, así como un mínimo de seis horas de sueño.
  • Registra tu sueño. Utiliza un diario o un cuaderno para apuntar todo lo relativo a tu sueño y descanso: problemas para dormir, medicamentos que te ayudan y aquellos que no, estrategias que te funcionan, etc. Compartir este registro con el médico facilitará mantener el síndrome bajo control.
  • No a las sustancias estimulantes. Evita el café, el té, el chocolate, las bebidas energéticas y, por supuesto, el alcohol, el tabaco y cualquier tipo de droga.
  • ¡Mantén tu hidratación! Bebe mucha agua, incluso en aquellas ocasiones en la que no sientas sed. Es una muy buena alternativa a otro tipo de bebidas.
  • Practica deporte. Las caminatas y la actividad física regular y moderada suele contribuir al alivio. Pero ¡cuidado! El ejercicio intenso o hacerlo por la noche puede conseguir que los síntomas sean más fuertes, al igual que ocurre con el estrés.
  • Apúntate a actividades. Ocupaciones como musicoterapia, taichí, pilates, yoga o acupuntura están incluidas en la rehabilitación del síndrome de las piernas inquietas. Para practicarlas, no olvides utilizar ropa holgada y calzado cómodo. Estas actividades ayudan, además, a centrarse en otras cosas y no caer en la tentación de prestar atención a los síntomas continuamente.
El yoga ayuda a aliviar los síntomas del síndrome de las piernas inquietas

El yoga ayuda a aliviar los síntomas del síndrome de las piernas inquietas

  • No te resistas a los movimientos. La represión del deseo de moverte puede intensificar los síntomas.
  • Utiliza paños fríos y templados. Alternar el frío y el calor puede reducir la presencia de las sensaciones molestas.
  • Regálate baños y masajes. Un baño calentito y los masajes en las piernas (a uno mismo o por parte de otra persona) ayudan a la relajación de los músculos. Para ello, puedes utilizar cremas hidratantes específicas para la zona. Los estiramientos también son útiles, en especial al empezar y terminar el día.
  • Evita los fármacos que empeoran los síntomas. Son ejemplos los antihistamínicos, medicamentos contra las náuseas, algunos antidepresivos y antipsicóticos, sedantes que bloquean la dopamina, etc. Si necesitas tomártelos, consulta con el médico la posibilidad de combinarlos con otros contra el síndrome de las piernas inquietas.
  • Busca apoyo en tu entorno más cercano. Aunque tal vez creas lo contrario, padecer este trastorno no debe ser un motivo de vergüenza. Contar tu situación a tus familiares, amigos y compañeros les ayudará a entenderte. Además, querrán ayudarte. No tienes por qué atravesar esto en soledad.
  • Busca apoyo en el exterior. Existen multitud de asociaciones, grupos de apoyo y demás actividades para familiares y afectados del síndrome de piernas inquietas. Te ayudarán, pero tú también ayudarás, y esta retroalimentación supone un bálsamo para continuar adelante.

Alimentación más adecuada para el síndrome de las piernas inquietas

¡Así es! La alimentación también ayuda a combatir los síntomas y procurarnos una mejor calidad de vida. Además de los suplementos de hierro antes mencionados, también son útiles los suplementos de magnesio y potasio, además de vitaminas del grupo B. En cuanto a la dieta, veamos cuáles son los alimentos que más nos benefician en esta situación:

  • Alimentos crudos no cocinados: verduras (destacando las coles), hortalizas, frutas (en especial, en ayunas y ricas en vitamina C), frutos secos, semillas (como las de sésamo), legumbres, cereales integrales, etc.
  • Yogur, kéfir, agua de baja mineralización e infusiones.
  • Carne de ave y pescado (previamente congelado).

Qué EVITAR hacer

  • Consumir alimentos precocinados, procesados o envasados.
  • Consumir marisco, carne roja y alimentos con grasa saturada animal (como chorizo, patés, salchichón, etc.).
  • Ingerir leche de origen animal.
  • Consumir azúcares, zumos de frutas envasados e hidratos de carbono refinados.
  • Freír los alimentos.
  • Abusar de alimentos con gluten.
  • Consumir alimentos con aditivos (conservantes, colorantes, edulcorantes, aromatizantes, etc.).
  • Ingerir alimentos que contengan glutamato monosódico (abundante en la comida oriental).

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