Entre la euforia y la depresión: guía completa del trastorno bipolar

Nuestro estado de ánimo se ve influido por las situaciones que nos envuelven. Mejor dicho, por cómo las afrontamos. Tristeza, alegría, frustración, entusiasmo… Las emociones forman parte de quienes somos. Pero ¿qué sucedería si la intensidad de cada extremo nos sobrepasara? ¿Qué ocurriría si la magnitud de lo que sentimos nos transportase continuamente de la más absoluta de las euforias hasta la más profunda de las oscuridades? Este es el día a día de quienes están diagnosticados con trastorno bipolar. Conócelo a través de este artículo.

Definición de trastorno bipolar

Definición de trastorno bipolar

¿Qué es el trastorno bipolar?

También denominado «síndrome maníaco-depresivo» o «depresión maníaca», es un desorden afectivo donde se alternan períodos de euforia o felicidad excesiva con aquellos protagonizados por la depresión. Suele aparecer entre la adolescencia y la edad adulta temprana, y afecta a hombres y mujeres por igual. Por lo general, se trata de un trastorno que se mantiene en el tiempo y algunas veces con características estacionales.

Las variaciones extremas en el estado de ánimo no solo suponen un motivo de sufrimiento psíquico, sino que también afecta de forma negativa a la vida diaria, académica y laboral de la persona.

Síntomas: episodio maníaco vs episodio depresivo

La manifestación e intensidad de la sintomatología dependerá de la fase en la que se encuentre el individuo, así como de cada caso en particular. Sin embargo, se diferencia entre manía y depresión según las características de los síntomas.

Episodio maníaco

  • Sentimientos de felicidad o euforia excesivos.
  • Cambios de humor repentinos (por ejemplo, de la alegría a la agresividad).
  • Autoestima y confianza en uno mismo demasiado altas.
  • Menor necesidad de sueño y descanso.
  • Incremento de la energía, de la expansividad, de la desinhibición.
  • Incremento de los niveles de actividad, incluyendo la de los pensamientos.
  • Incremento de la irritabilidad y la distracción.
  • Incremento de la impulsividad, afectando al raciocinio.
  • Incremento del ímpetu sexual.
  • Tendencia a hacer muchas cosas a la vez.
  • Tendencia a la participación desmesurada en actividades de alto riesgo o placenteras con posibles consecuencias indeseadas.
  • Aumento de la verborrea (habla más rápida, dificultad para mantener el mismo tema de conversación, molestia ante las interrupciones, etc.).

La hipomanía recoge síntomas semejantes, pero de menor gravedad. Veamos algunas de sus características:

  • Tienen lugar durante, al menos, cuatro días.
  • No se presentan manifestaciones psicóticas.
  • No implica un deterioro significativo en la vida diaria.

Episodio depresivo

  • Sentimientos de tristeza intensa, frecuentes ganas de llorar (sobre todo, por la mañana).
  • Sentimientos de vacío, desamparo, desesperanza y/o impotencia.
  • Sentimientos de culpabilidad e inferioridad.
  • Disminución de la energía.
  • Autoestima y confianza en uno mismo demasiado bajas.
  • Posibles ideaciones suicidas y/o tentativas de suicidio.
  • Anhedonia (o pérdida de interés de las actividades que antes resultaban placenteras).
  • Problemas en las relaciones interpersonales.
  • Problemas de atención, concentración y memoria.
  • Problemas para tomar decisiones.
  • Problemas para conciliar el sueño.
  • Baja tolerancia al rechazo y/o al fracaso.
  • Posible aumento de la irritabilidad y la agresividad.
  • Variaciones en el apetito y/o el peso.
  • Molestias o dolores psicosomáticos (por ejemplo, dolor de estómago, dolor de cabeza, agotamiento, etc.).

En general, cada fase (maníaca y depresiva) suele durar desde algunos días hasta varias semanas. La fluctuación de un polo al otro puede ser seguida o separada por períodos asintomáticos.

Por otro lado, encontramos los episodios mixtos. Son una combinación de los dos anteriores y pueden llegar a ser muy desconcertantes e incapacitantes. A la vez que la persona se encuentra irritable y deprimida, también siente excitación y nerviosismo. Los síntomas de los diferentes polos pueden ocurrir incluso en un mismo día.

Trastorno bipolar: episodio maníaco vs episodio depresivo

Trastorno bipolar: episodio maníaco vs episodio depresivo

Tipos de trastorno bipolar

Trastorno bipolar Tipo I

Se da, como mínimo, un episodio maníaco de más de una semana que puede ser precedido o seguido por un episodio de depresión mayor. Esta última fase no es obligatoria para el diagnóstico.

Trastorno bipolar Tipo II

Es imprescindible que ocurran uno o más episodios de depresión mayor junto, al menos, un episodio hipomaníaco. No ocurren episodios maníacos en el trastorno bipolar tipo II.

Ciclación rápida

Tienen lugar más de cuatro fases en doce meses. Afecta al diez por ciento de los diagnosticados con trastorno bipolar, tanto del tipo I como del II.

Ciclotimia

Las variaciones del estado de ánimo no son tan extremas como en los casos anteriores, pero pueden ser más largas. La ciclotimia puede terminar desembocando en el trastorno bipolar propiamente dicho.

Posibles causas

La complejidad del trastorno bipolar dificulta que podamos señalar tan solo una causa que lo provoca. Más bien, decimos que es multicausal.

Parece que los genes guardan una relación importante con la manifestación del trastorno, puesto que hay familias en las que lo padecen varios miembros. Esto no significa que se herede obligatoriamente.

La alteración en los neurotransmisores también se ha señalado como posible razón. Los neurotransmisores son moléculas químicas que transmiten los mensajes entre neuronas. En el caso del trastorno bipolar, se ha visto que los niveles de noradrenalina aumentan en los períodos maníacos y se reducen en los depresivos. En cuanto a la serotonina, existe en cantidades más bajas de lo normal en ambos casos. También se ha encontrado relación con dificultades en el transporte de la señal nerviosa.

Una estructura alterada del cerebro puede contribuir. Por ejemplo, una modificación de la amígdala o una hipoperfusión en diferentes zonas cerebrales (es decir, el área en cuestión para cada tipo de episodio recibe menos sangre de la que debería).

Por otro lado, las distorsiones cognitivas pueden crear esquemas mentales disfuncionales. Aaron T. Beck explicó, con su triada cognitiva, la visión negativa sobre uno mismo, sobre el mundo y sobre el futuro. En el síndrome maníaco depresivo, estos pensamientos fluctuarían entre los depresógenos y aquellos de exagerado ensalzamiento.

Comorbilidad, repercusiones personales y problemas psicosociales

El trastorno bipolar puede coincidir con síntomas psicóticos. Aunque pueden ocurrir en cualquiera de las dos fases, se dan especialmente en los episodios maníacos muy intensos. Los delirios y/o las alucinaciones dificultan la distinción entre lo real y lo que no lo es, lo que agravaría el cuadro general.

Los problemas de comportamiento también son frecuentes en la fase maníaca. Autolesiones, compras compulsivas, conducción temeraria o conductas sexuales imprudentes son algunas de las conductas de riesgo. La asistencia al colegio, instituto o universidad, el mantenimiento de un trabajo o las relaciones sanas con los demás son ámbitos sensibles al deterioro. Se reduce el rendimiento y aumenta la probabilidad de comportamientos conflictivos y antisociales. También puede ocurrir que se pierda el interés por relacionarse.

Por otro lado, existe una correspondencia frecuente entre el trastorno bipolar y el consumo de alcohol y/o drogas. Esto suele incrementar la complejidad del problema, ya que normalmente disfraza los síntomas.

Para el entorno del afectado tampoco es fácil. Asumir el rol de cuidadores puede llegar a ser muy estresante, viéndose obligados a veces a faltar al trabajo o a renunciar al tiempo libre.

El trastorno bipolar se relaciona con conductas de riesgo

El trastorno bipolar se relaciona con conductas de riesgo

Tratamiento para el trastorno bipolar

El diagnóstico no es fácil, pues ciertos síntomas pueden dar lugar a confusión. Puede llegar a confundirse con TDAH, depresión, trastornos de ansiedad, trastorno límite de personalidad, trastorno de estrés postraumático o esquizofrenia, por ejemplo. Como siempre, un diagnóstico precoz y correcto facilita un tratamiento adecuado y evita posibles secuelas, ambos llevados a cabo por un especialista de salud mental.

Para elegir el tratamiento, el profesional de referencia tendrá en cuenta variables como la edad del paciente, su historia clínica y el estado de salud general, así como la gravedad de los síntomas y las expectativas con respecto a la evolución del trastorno, entre otros.

Con todo, el tratamiento puede estar constituido por uno o varios elementos:

  • Psicoeducación. Es importante instruir al paciente y a su familia acerca de en qué consiste el trastorno bipolar, sus síntomas y los procedimientos para tratarlo.
  • Psicoterapia. Suelen utilizarse la terapia cognitivo-conductual, interpersonal o de apoyo.
  • Terapia familiar. La evaluación de aquel que padece trastorno bipolar es importante, pero no hay que olvidar a la familia, esencial como parte del proceso. Su inclusión en el tratamiento puede favorecer una mayor comprensión, compromiso e implicación. Además, existen grupos de apoyo donde los familiares pueden expresar su malestar, preocupaciones, miedos ante personas que se encuentran en su misma situación.
  • Terapia electroconvulsiva. Está reservada tan solo para los casos especialmente graves y de alto riesgo. Se aplica de manera controlada, monitorizada y previa sedación.
  • Psicofármacos. Destacan los antidepresivos y/o los estabilizadores del estado de ánimo (como el carbonato de litio). Es desaconsejable consumirlos sin consultar previamente al profesional. La psicoeducación también es necesaria aquí, debido a los efectos secundarios que puedan tener lugar.
  • Coordinación con el instituto (en el caso de que el paciente sea adolescente).

En ocasiones, el paciente nota que se encuentra mejor y tiende a abandonar la terapia y/o la medicación. Se trata de un error habitual. Precisamente esta mejoría guarda una relación muy estrecha con la constancia en el tratamiento. ¡Las interrupciones son contraproducentes! Pueden llevar al regreso repentino de los síntomas que se creían controlados.

¿Existen estrategias para minimizar los cambios en el estado de ánimo?

Ya sabemos que acudir a un especialista en salud mental es primordial para la mejora de los síntomas del trastorno bipolar, pero ¿podemos hacer algo más si nos lo han diagnosticado? ¡Claro que sí! Esta pequeña guía de autoayuda contiene algunos consejos útiles:

  • Auto-observación. Ciertas señales nos indican que el estado de ánimo comienza a fluctuar. Aprender a reconocerlas puede significar ser capaces de pedir ayuda antes de perder el control, evitando así posibles eventos desagradables (como, por ejemplo, un ingreso hospitalario involuntario). Una manera de hacerlo es llevando un diario con autorregistros.
  • Aprendizaje. Hoy en día, el acceso a la información se encuentra al alcance de la mano. Saber más sobre los síntomas y sobre los diferentes tipos de ayuda siempre es un punto a favor.
  • Control del estrés. Los eventos demasiado estresantes pueden desembocar en un episodio maníaco-depresivo. Por desgracia, no podemos eliminar completamente el estrés, pero sí contrarrestarlo mediante ejercicios de relajación, de meditación o de yoga.
  • Práctica de deporte. Las endorfinas que se generan con el ejercicio físico regular (al menos veinte minutos tres veces por semana) influyen en la mejora del estado de ánimo.
  • Relaciones de confianza. Las relaciones interpersonales suelen verse afectadas tanto por la manía como por la depresión. En ocasiones, incluso habrá que sanearlas tras algún episodio. Es necesario contar con alguna persona para explicarle el trastorno con el fin de que nos pueda ayudar en las crisis.
  • Equilibrio en la actividad. Un exceso de actividad puede ser tan malo como su ausencia. Tenemos que tratar de compensar la balanza entre la vida personal, el trabajo, el tiempo libre y las relaciones sociales.
  • ¡Diversión! Disfrutar de las cosas que hacemos es, al fin y al cabo, disfrutar de la vida.
  • Constancia en el tratamiento. Es importante no abandonar ni la psicoterapia ni la medicación, incluso cuando pensemos que no las necesitamos porque ya nos sentimos mucho mejor. Y, en el caso de que queramos cambiar algo, podemos proponérselo al especialista. Entre los dos seguro que se encuentran soluciones.

¿Qué podemos hacer ante la depresión?

Si bien ambas fases pueden ocasionar gran malestar, el episodio depresivo roba la fuerza vital de individuo, sus ganas de hacer cosas, su iniciativa para seguir adelante. Pero no somos una simple marioneta de lo considerado enfermedad, sino que es posible evitar la pasividad. ¿Cómo?

  • Ocupar nuestro tiempo. Sí, la anhedonia está presente en la depresión, pero debemos recordar qué solía gustarnos hacer. Recuperémoslo. Nuestra afición por esas cosas sigue ahí, en alguna parte.
  • Socializar. Las relaciones sociales pueden llegar a dar cierto vértigo cuando padecemos depresión, pero participar en diferentes planes con familia y/o amigos sin duda ayudará a sanear nuestro estado de ánimo.
  • Cambiar el signo de nuestros pensamientos. Identificar los pensamientos negativos es necesario para sustituirlos por otros más beneficiosos. Por ejemplo, «he fallado en este ejercicio, soy tonto» puede cambiarse por «que no me haya salido bien ahora no me convierte en tonto».
  • Eliminar la dictadura de la autocrítica. No se puede desarrollar una buena autoestima con ataques constantes hacia nosotros mismos. Aceptar que cometemos errores es una buena forma de comenzar a tolerarnos un poco más.
  • Entrenar la asertividad. Se trata de una habilidad social necesaria para defendernos ante las exigencias y presiones de los demás. Saber decir «no» cuando no estamos de acuerdo con lo que se nos impone.
  • Aceptar nuestras emociones negativas. De este modo, disfrutar de las positivas será mucho más sencillo.
  • Hacer frente a las circunstancias. La evitación puede protegernos del malestar a corto plazo, pero después termina boicoteando nuestros propios objetivos. Alcanzar los objetivos que nos vamos marcando es un gran estímulo para luchar contra la depresión.
  • Mejorar la solución de problemas. Un estado depresivo merma la capacidad de tomar decisiones. Una adecuada valoración de los pros y los contras de diferentes soluciones ante una misma situación nos hará sentir mejor con nosotros mismos.

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