¿Tengo depresión mayor? No es un signo de debilidad, es un mal de nuestro tiempo.

Hoy en día, el concepto de depresión mayor se emplea para cada mala racha o cuando alguien está algo más triste de lo normal, pero… ¿Qué es la depresión mayor? ¿Cómo puedo saber si tengo depresión mayor? La depresión mayor es la principal causa de incapacidad y en el peor de los casos puede acabar en suicidio. Genera sospecha e incomprensión por su carácter invisible haciendo que el afectado se sienta “fuera de juego”. La depresión mayor no es tabú, ni signo de debilidad. Puede ocurrirle a cualquiera en cualquier momento de su vida. Quien se ríe hoy, mañana podría caer en su trampa…

 ¡Toma la delantera a un mal de nuestro tiempo, el trastorno depresivo mayor!

¿Tengo depresión mayor? No es un signo de debilidad, es un mal de nuestro tiempo.

¿Qué es depresión mayor?

Su origen procede del latín “depressus”, debilitamiento moral o físico.

La depresión mayor se define como un trastorno del estado de ánimo que cursa con desinterés en actividades que antes resultaban placenteras acompañado de una tristeza persistente, afectando directamente a la vida diaria de la persona que la padece o de sus allegados. En palabras de la Organización Mundial de la Salud, “la depresión es la enfermedad mental del siglo XXI”. Este trastorno afecta a más de 350 millones de personas en todo el mundo, con una proporción mayor de mujeres.

La depresión mayor es multicausal. ¿Qué me hace carne de cañón?

¿Quién la sufre es débil o está así porque quiere? La depresión mayor no es algo que se padezca voluntariamente, sino que atiende a una gran diversidad de causas o vulnerabilidades. Las explicamos a continuación:

1. Una baja autoestima

Desde la adolescencia hacemos un balance de nuestros logros y fracasos conformando la imagen mental de lo que somos. Una baja autoestima es consecuencia de un patrón de pensamiento erróneo y negativo sobre uno mismo, una distorsión cognitiva. La autoacusación, el pensamiento polarizado (del tipo “o todo o nada”), la lectura del pensamiento de los demás asumiendo que sabemos lo que pasa por su mente o unas expectativas irreales de perfección… Son algunas de las distorsiones que pueden contribuir a mantener baja la autoestima.

2. Autoconcepto distorsionado

Las ideas y creencias que tenemos sobre nosotros mismos, o cómo nos percibimos conforman nuestro autoconcepto. Es algo dinámico que se modifica en nuestra relación con el entorno y que reinterpretaremos una y mil veces a lo largo de nuestra vida. La dificultad para mantener una visión estable de uno mismo de un día para otro es fruto de un autoconcepto distorsionado.

3. Neuroticismo

¿La ansiedad y la preocupación forman parte de lo que eres? ¡Cuidado! Un rasgo neurótico se traduce en inestabilidad emocional. Esta montaña rusa de emociones puede jugarte malas pasadas. Igual que riegas las plantas o te alimentas cada día, préstate atención, soluciona aquello que no te deja avanzar y eleva tu dosis de amor propio. ¡Tomar conciencia de tus necesidades no es egoísta!

 

4. Personalidad introvertida

¿Tienes tendencia a no relacionarte? ¿Necesitas tu espacio después de haber compartido momentos con mucha gente? Socializar y salir de tu micromundo hará que te embarques en la agradable misión de compartir. No es que una persona introvertida no disfrute de una vida plena, pero tener conexiones cambiará tu foco de atención de dentro afuera.

5. Dificultad en la expresión de la agresividad

¿Te culpabilizas o entristeces ante situaciones que deberían hacerte gritar? Practicar deporte hará que liberes tu agresividad reprimida. Permítete sentir ira ante la injusticia y canalízala mediante ejercicio físico, como un deporte de competición.

5. Sufrir o haber sufrido abusos emocionales

Muchas veces el abuso emocional tiene lugar enmascaradamente, mediante un sinfín de sutilezas. ¿Te sientes inferior a los demás? Es posible que alguien de tu círculo esté minando tu amor propio. El abuso emocional sucede cuando personas significativas para ti te hacen sentir fuera de lugar: descalificándote, humillándote o minusvalorando tus sentimientos y opiniones. ¡Pon fin al abuso defendiendo tus derechos! Y no dudes en aléjate de esos “vampiros emocionales” que te hieren.

6. Crianza disfuncional

Tener unos padres con trastornos afectivos o una pobre imagen de sí mismos, no ayuda. Su falta de amor propio puede manifestarse en maltrato, crítica excesiva, descalificaciones o distancia emocional. Los hijos de estos padres no se valoran, repitiendo el modelo aprendido. Palomera (2009) “defiende que para adquirir habilidades emocionales es necesario contar con modelos emocionalmente habilidosos”. ¿Has sufrido desprotección o pérdida de afecto durante tu infancia?

“Los padres con depresión tienden a relacionarse menos con sus hijos y a tener conductas menos positivas y más duras, negativas y críticas” Jeremy Pettit.

7. Estilo cognitivo inadecuado

¿No dejas de darle vueltas a los mismos pensamientos?, ¿vuelves a ellos una y otra vez sorprendiéndote en espirales negativos que no te dejan avanzar? ¡Bienvenido al mundo de las rumiaciones! Y si además estos pensamientos recurrentes están mal planteados… ¿Para qué queremos más? Según los modelos cognitivos de la depresión planteados por Aaron Beck, no son tan importantes los acontecimientos vitales que nos suceden como la mala interpretación que de ellos hacemos.

9. Sobrecarga real o percibida

¿Tienes la sensación de que hay demasiadas cosas que hacer y poco tiempo? ¿Los requerimientos de la vida moderna son tantos que se te escapan de las manos? Date un respiro y desconecta. Si no estás bien, será misión imposible encarar tantos frentes.

10. Objetivos inalcanzados en alguna etapa vital

¿Todos tus amigos están teniendo hijos y parece que sólo quedas tú? La presión social recae sobre ti como un boomerang y una pregunta ocupa tu mente… ¿Seré YO el problema? ¡Este pensamiento hace que te sientas fuera de tu etapa! Deja de escuchar esas voces, ¡son las voces de otros!

11. Desproporción acción-resultado

¿Tienes la sensación de que a pesar de tus esfuerzos no avanzas, dándote contra la pared una y otra vez? Al creer que por más que lo intentes no serás capaz de controlar los resultados de tus acciones, tú mismo generarás indefensión. ¿Para que preocuparse si no puedo hacer nada? ¡Cambia el chip!

12. Autocompasión excesiva

Si es temporal no hay problema, pues ayudará a tomar las medidas necesarias para afrontar un conflicto. En cambio, cuando se prolonga en el tiempo no permite aceptar la realidad y además podría estar ocultando algún beneficio secundario, como búsqueda de compasión de los demás.

13. Genotipo depresivo

Aunque nos encontramos lejos de poder establecer las bases moleculares para la depresión mayor, parece que está involucrada cierta variabilidad en los genes del sistema serotoninérgico (que se encarga de producir la serotonina). El riesgo genético aumenta en relación al número de genes compartidos con la persona afectada, especialmente en sus formas más severas.

14. Hipersensibilidad a la frustración

La frustración es un sentimiento de tristeza, decepción y desilusión que produce la no- satisfacción de un deseo. Un sentimiento prolongado de frustración puede llevar a la depresión.

15. Pobre autocontrol

En algunas culturas es más característico el autocontrol que en otras, lo que en unas sería un comportamiento controlado, para otros podría verse como una forma de proceder excesivamente “fría”. Ser capaz de dominar tus impulsos y reacciones emocionales sometiéndolas a la razón, te dará las de ganar.

16. Poca autonomía

Padres sobreprotectores criarán hijos sin autonomía, inseguros, dependientes de los demás y por lo tanto incapaces de lograr una verdadera madurez. Si has estado sobreprotegido habrás tenido menos oportunidades de aprender y sufrirás al cometer cualquier simple equivocación. No te culpes por equivocarte, sólo los errores te permitirán crecer.

17. Pesimismo

La botella siempre medio llena, pues el optimismo es una de nuestras mejores armas. ¡Siempre es mejor llenar nuestra cabeza de pensamientos positivos!

18. Excesiva dependencia interpersonal o sociotropía

La consideración demasiado elevada de las relaciones con los demás acompañada de una alta dependencia de estos, borra los límites. ¿Dónde acabas tú y empieza el otro? ¡Mucho cuidado con la dependencia emocional!

19. Ser altamente autoconsciente

Ser clarividente con respecto a la situación que se está viviendo no siempre ayuda. Hay veces que es mejor darnos un respiro y desconectar de todo lo que nos rodea.

20. Enfermedades físicas y dolor

Muchas personas con alguna enfermedad importante terminan desarrollando depresión. ¿Un ejemplo? La fibromialgia, donde el dolor es el síntoma más frecuente y discapacitante. Este dolor provoca una incomodidad que a veces hace que veamos el lado más negativo de las cosas.

La fibromialgia es un trastorno del espectro de la depresión, fibromialgia y trastorno depresivo mayor se interrelacionan. (Raphael KG, 2004).

21. Sucesos vitales estresantes

La vida está repleta de situaciones tristes o estresantes: Separación, pérdida de un ser querido, estrés postraumático, sentirse derrotado o humillado, perdida de empleo, bullying, problemas económicos… No obstante, tras el duelo inicial tenemos que ser capaces de asumirlo, aceptarlo y sobreponernos a estos sucesos. Además, vivir sucesos vitales estresantes  no siempre conlleva depresión mayor. No obstante, determinados acontecimientos estresantes en etapas tempranas del desarrollo pueden dejar huellas imborrables en el sistema nervioso central, sobre todo si tienes alta vulnerabilidad genética, incrementando así el riesgo de sufrir una depresión mayor en la edad adulta.

La depresión mayor se manifiesta así… ¡Toma nota!

La depresión mayor presenta síntomas emocionales, corporales y del pensamiento que interferirán en tu día a día tanto a nivel laboral como social. Los demás suelen identificar estos síntomas, pudiendo señalar que “estás raro/a”, o que “no eres el/la de siempre”. Tú mismo te sentirás así. Además, estos síntomas no tienen que ser consecuencia de efectos provocados por sustancias o enfermedad médica. Para que los síntomas sean considerados como depresión mayor, han de mantenerse durante, mínimo, dos semanas, pudiendo permanecer años o, en los casos más graves, cronificarse. Es necesario presentar al menos 1 síntoma emocional y 4 corporales o del pensamiento.

  1. Fatiga, pérdida o falta de energía.
  2. Incapacidad para sentir placer.
  3. Sentimientos de tristeza, vacío o desesperanza.
  4. Cambios en el apetito (por exceso o por defecto).
  5. Insomnio o hipersomnia.
  6. Falta de concentración, dificultad para pensar y tomar decisiones.
  7. Sentimientos de desesperanza, culpa o inutilidad.
  8. Posibles pensamientos de autolesión, ideas de suicidio o muerte.
  9. Agitación o reducción de la actividad normal.

¿Depresión mayor o distimia?

Llegados a este punto, es importante que aprendamos a diferenciar entre depresión mayor y distimia. La distimia es un tipo de depresión crónica de más de dos años de duración. Los síntomas son más leves, por lo que a menudo pasa desapercibida, o es confundida con una simple mala racha. No obstante, no hay que restarle importancia y actuar en cuanto es detectada.

¿Cómo plantarle cara? Tratar la depresión mayor

Los tratamientos de la depresión mayor tienen una eficacia variable, dependiendo de la gravedad de la depresión o de otras características de la persona o de su ambiente. A pesar de esto, la terapia cognitiva, combinada con tratamiento farmacológico (antidepresivos) ha demostrado ser la más efectiva.

Además, esto puede ser complementado con estimulación neurocognitiva, o expresando tus sentimientos verbalmente: “Hablar, hablar, hablar”… Traduce en palabras aquello que te duele. No permitas que las adversidades, los malos momentos o las inmanejables circunstancias hagan mella en ti…  Deja de compadecerte…¡Y toma la delantera, pues todo tiene solución!

Las tormentas hacen que los árboles,

tengan raíces todavía más profundas.

Responde