¿Cómo funcionan nuestros sentidos?
¿Por qué somos capaces de notar sabores, percibir olores, captar la temperatura, escuchar sonidos o ver lo que ocurre a nuestro alrededor? Todo eso sería imposible sin nuestros sentidos. Sigue leyendo este post para saber cómo funcionan nuestros sentidos.
¿Qué son los sentidos?
Los sentidos son los componentes de nuestro sistema nervioso especializados en la captación de estímulos del medio para su posterior transmisión al cerebro, el núcleo de este sistema, donde la información será procesada para dar una respuesta.
Pero más allá de esto, los sentidos no dejan de ser simplemente un conjunto de neuronas que transmiten impulsos eléctricos. Todas las sensaciones que percibimos, ya sea del tacto, del gusto, de la vista, del oído o del olfato, no son más que señales eléctricas que viajan a través de las neuronas. Es el cerebro después el que nos hace experimentar la “sensación” como tal.
Dicho de otra manera. No son nuestros ojos los que ven. Es nuestro cerebro. Los ojos son las estructuras capaces de transformar las señales luminosas en impulsos eléctricos, los cuales viajan al cerebro y, una vez ahí, él se encarga de transformar estas señales eléctricas en lo que vemos realmente. Y lo mismo pasa con todos los otros sentidos.
¿Cómo se trasmite la información de los sentidos?
La información de lo que sentimos se transmite única y exclusivamente a través de las neuronas, que son las células del sistema nervioso con un propósito: transmitir impulsos eléctricos. Y no solo están en el cerebro. Las neuronas forman una red que comunica todos los órganos y tejidos del organismo con el centro del sistema nervioso: el cerebro.
Existen distintos tipos de neuronas, que se dividen tanto en función de su objetivo como de su morfología. Las neuronas sensoriales son las que nos interesan, pues son las que se encargan tanto de percibir los estímulos del medio como de transformarlos en impulsos eléctricos y transportarlos al cerebro para su posterior interpretación.
La percepción de la información, ya sea presión sobre la piel, disminución de la temperatura exterior, comida en nuestra boca, olores en el ambiente, luz del exterior, se da a través de neuronas localizadas en cada uno de los órganos especializados en un sentido concreto.
Estas neuronas receptoras tienen la capacidad de, en función de cómo sea el estímulo que haya recibido, generar un impulso eléctrico de unas características concretas. El cerebro será capaz más adelante de interpretar las propiedades de esta señal eléctrica y sabrá si tiene que sentir frío, dolor, presión en alguna parte del cuerpo, sabor dulce, salado, amargo o ácido, un olor concreto, etc.
Sea como sea, este impulso eléctrico tiene que viajar desde el órgano sensorial (piel, ojos, boca, nariz o oídos) hasta el cerebro.
Las neuronas se comunican entre sí y se van transmitiendo el impulso eléctrico mediante un proceso que se conoce como sinapsis, la cual viene mediada por unas moléculas que reciben el nombre de neurotransmisores. En otras palabras, las neuronas forman una “fila de torres eléctricas” en la que la sinapsis es la “línea telefónica” y los neurotransmisores las “palabras” que decimos por el teléfono.
¿Cómo funcionan los cinco sentidos?
Son cinco los sentidos básicos que percibe el organismo: oído, tacto, vista, gusto y olfato, cada uno de los cuales es una herramienta utilizada por el cerebro para construir una imagen clara del mundo.
El cerebro se apoya en los órganos de los sentidos para reunir información sensorial. Los órganos relacionados con los cinco sentidos son:
- Oídos (oído)
- Piel y cabello (tacto)
- Ojos (vista)
- Lengua (gusto)
- Nariz (olfato)
Ahora es tiempo de profundizar en cada uno de los sentidos y de aprender cómo se reúne la información sobre sonidos, texturas, imágenes, sabores y olores.
Gusto
El gusto permite que el cerebro reciba información sobre lo que se come. Al masticar los alimentos y mezclarse estos con saliva, la lengua se ocupa de reunir datos sensoriales sobre el sabor de la comida.
Las pequeñas protuberancias que hay por toda la lengua se ocupan de transmitir los sabores al cerebro. Estas protuberancias se llaman papilas gustativas, y en la lengua hay miles.
En el centro de las papilas gustativas hay de 40 a 50 células especializadas. Las moléculas de los alimentos se enlazan con estas células especializadas y generan impulsos nerviosos. El cerebro interpreta estas señales para que usted reconozca los sabores de los alimentos.
Son cinco los sabores básicos detectados por la lengua que se envían al cerebro: dulce, ácido, amargo, salado y umami. Este último, umami, proviene de la palabra japonesa “sabroso”. Los sabores umami provienen de alimentos como el caldo y la carne.
Un ejemplo clásico de sabor dulce es el azúcar. Los sabores ácidos provienen de alimentos como las frutas cítricas y el vinagre. La sal y los alimentos ricos en sodio dan lugar a sabores salados. Por otra parte, la lengua detecta sabores amargos en alimentos y bebidas como el café.
En su siguiente comida, vea si puede identificar cado uno de los cinco sabores. Tendrá una nueva percepción del cerebro y de lo mucho que se esfuerza para hacer que destaque el sabor de los alimentos.
Vista
El sentido de la vista, formado por el cerebro y un par de órganos sensoriales: los ojos. A menudo se piensa que la vista es el más fuerte de los sentidos porque, en cuanto a información sobre el medioambiente, los humanos tienden a depender más de la visión que del oído o el olfato.
Cuando usted mira a su alrededor, la luz del espectro visible la detectan los ojos. Rojo, anaranjado, amarillo, verde, azul, añil y violeta son los colores del espectro de luz visible. La fuente de esta luz puede provenir de una lámpara, la pantalla del ordenador o del sol.
Cuando la luz es reflejada por los objetos que lo rodean, los ojos mandan señales al cerebro y se crea una imagen reconocible. Los ojos utilizan la luz para leer, discernir entre un color y otro, incluso para coordinar prendas de vestir y crear un atuendo combinado.
¿Alguna vez ha tenido que vestirse a oscuras y se ha puesto calcetines que no combinan? ¿O hasta después de llegar al trabajo se ha dado cuenta de que trae la camisa al revés? Para evitar un paso en falso en lo que a moda se refiere, lo único que necesita es luz en el armario. Ahora verá por qué.
Los ojos necesitan luz para enviar información sensorial al cerebro. Las partículas de luz (llamadas fotones) entran al ojo por la pupila y se enfocan en la retina (parte del ojo sensible a la luz).
En la retina hay dos tipos de células fotorreceptoras, bastones y conos. Los primeros reciben información sobre la brillantez de la luz, en tanto que los conos distinguen entre diferentes colores. Estos fotorreceptores operan en equipo para reunir información sobre la luz y transmitir los datos al cerebro.
Cuando la luz ilumina a bastones y conos, se activa una proteína llamada rodopsina, la cual detona una cadena de señales que convergen en el nervio óptico, que es el vínculo entre el ojo y el cerebro. El nervio óptico es el cable que transmite la información recibida por el ojo y que se conecta directamente al cerebro.
Una vez que el cerebro recibe datos sobre la luz, forma una imagen visual. Lo que usted “ve” al abrir los ojos, es la interpretación cerebral de la luz que entra a los ojos. Cuando hay abundante luz, el cerebro entiende más fácilmente lo que hay alrededor, por eso es más problemático escoger la ropa a oscuras.
Para mejorar la visión, los ojos se ajustan, de modo de dejar entrar el máximo posible de luz. Por eso las pupilas se dilatan (su tamaño aumenta) en la oscuridad: para que entre más luz al ojo y la imagen cerebral sea lo más clara posible.
Por eso, proporcione a los ojos toda la luz que necesitan leyendo, trabajando y jugando en lugares bien iluminados y así, aliviar el estrés de los ojos y tener una visión más clara y confortable. Además, pruebe a instalar lámparas de noche en los pasillos para encontrar sin riesgos el camino en la oscuridad.
Tacto
La piel es el órgano más grande del cuerpo, y también el principal para el sentido del tacto.
El tacto parece simple, pero es un poco más complejo de lo que usted se imagina. El cuerpo puede detectar diferentes formas de tacto, así como variaciones de temperatura y presión.
Como el tacto puede sentirse en todo el cuerpo, los nervios que lo detectan mandan su información al cerebro a través del sistema nervioso periférico. Son los nervios que se ramifican a partir de la médula espinal y llegan a todo el cuerpo.
Los nervios que están bajo la piel envían información al cerebro sobre lo que usted toca; son células nerviosas especializadas para diferentes sensaciones táctiles. Los receptores táctiles de la piel de las yemas de los dedos, por ejemplo, son diferentes de los de la piel de los brazos o las piernas.
Las yemas de los dedos pueden detectar cambios de textura y presión, como una lija o apretar un botón. Lo que mejor detecta la piel que recubre brazos y piernas es la extensión y el movimiento de las articulaciones. La piel de las extremidades también manda información al cerebro sobre la posición del cuerpo.
La piel de los labios y de la planta de los pies es más sensible a toques ligeros. La lengua y la garganta tienen sus propios receptores del tacto. Estos nervios informan al cerebro de la temperatura de los alimentos o las bebidas.
Oído
El término científico para oído es audición, pero este tipo de audición no tiene por qué ponerlo nervioso. El oído es un sentido poderoso, ese que puede alegrarlo o protegerlo del peligro.
Cuando usted oye la voz de un ser querido, la audición permite a su cerebro interpretar como conocida y tranquilizadora la voz del otro. La melodía de su canción favorita es otro ejemplo del oído en acción.
Por otra parte, los sonidos pueden alertar de posibles riesgos. Vienen a la mente el claxon de un auto, el silbato del tren y las alarmas contra incendio, pues el oído puede utilizar esos sonidos como garantía de seguridad.
Las orejas recogen este tipo de información sensorial para el cerebro, que llega en ondas sonoras, que son un tipo de energía mecánica. Cada onda sonora es una vibración de frecuencia única. El oído recibe y amplifica las ondas sonaras que el cerebro interpreta como diálogo, música, risa o mucho más.
Las orejas vienen en muy variadas formas y tamaños, pero todas comparten ciertas características. La parte externa, carnosa, llamada aurícula, recoge las ondas sonoras transmitidas en el entorno y las canaliza hacia una membrana que se encuentra al final del conducto auditivo.
Dicha membrana se conoce como membrana del tímpano, o más comúnmente, tímpano. Las ondas sonoras rebotan en esa membrana y dan lugar a vibraciones que al transmitirse, son amplificadas por unos huesecillos pegados en el otro lado del tímpano.
Una vez que las ondas sonoras entran al oído y el tímpano las amplifica, viajan a través de ciertos conductos llenos de líquido que están en lo más profundo. Estos tubos se llaman cóclea, y están recubiertos de células en forma de pelo que detectan cambios en el líquido que las rodea. Cuando las ondas sonoras se transmiten a través de la cóclea, el líquido empieza a moverse.
El movimiento del líquido entre las células pilosas del oído genera impulsos nerviosos que se envían al cerebro. Sorprendentemente, las ondas sonoras se convierten en señales nerviosas electroquímicas casi de inmediato. Así, lo que empieza como sencillas vibraciones, se convierte en un tono familiar. Y todo esto, gracias al sentido del oído.
Olfato
El quinto y último sentido es el del olfato. La olfacción, otra manera de llamarle al olfato, es única, pues el órgano sensorial detector está directamente conectado con el cerebro, por eso el sentido del olfato es extremadamente poderoso.
Los olores entran al cuerpo por la nariz, provenientes de las partículas transmitidas por el aire que se captan al respirar. Inhalar profundamente por la nariz e inclinarse hacia la fuente de un olor, puede intensificarlo.
Dentro de la nariz se encuentra un gran nervio llamado bulbo olfatorio, el cual sale de la parte superior de la nariz y se conecta directamente con el cerebro. Las moléculas aéreas aspiradas por la nariz desencadenan una respuesta nerviosa del bulbo olfatorio, que al notar los olores, de inmediato informa al cerebro.
Mientras mayor la concentración de moléculas del olor, más profunda la estimulación del cerebro por el bulbo olfatorio. Por eso los olores fuertes son poco atractivos y repugnantes. Los aromas más ligeros mandan señales más leves al cerebro.
El sentido del olfato es necesario por varias razones. Los olores fuertes y desagradables son excelentes para alertar al cerebro de que eso que usted está a punto de comerse está echado a perder. Los olores dulces y agradables le ayudan a sentirse a gusto. Los olores que despide el organismo (feromonas) ayudan, incluso, a crear lazos con los seres queridos. Sin importar de qué olor se trate, cerebro y nariz funcionan en equipo para que usted pueda disfrutarlo.
Psicóloga General Sanitaria. Exploradora e investigadora en educación. Especialista en la búsqueda de las necesidades y características de cada niño.
https://www.linkedin.com/in/mar%C3%ADa-del-carmen-bravo-garc%C3%ADa-3a377b151/