Disforia de género: contradicción entre sexo e identidad
Un elevado porcentaje de la población se considera cisgénero, es decir, se reconoce dentro del género que le fue asignado en su nacimiento. Sin embargo, existe la posibilidad de sentir que el género de pertenencia no corresponde al sexo biológico. Hablamos del colectivo trans. Esta falta de correspondencia puede causar un profundo malestar: la disforia de género. Te explicamos en qué consiste.
¿Qué es la disforia de género?
La disforia de género se refiere al sentimiento de incongruencia entre el sexo y la identidad de género que se percibe de uno mismo. Esto provoca sentimientos de extrañeza con el propio cuerpo, falta de pertenencia, que no se encaja con el sexo que biológicamente le ha sido asignado.
La disforia de género genera insatisfacción con uno mismo, en mayor o menor grado. Mientras que algunas personas pueden convivir con el desagrado, para otras se hace insoportable. También puede provocar sentimientos de falta de afinidad con la sociedad tal y como está establecida.
Prevalencia de la disforia de género
Aunque se tiende a pensar en la adultez cuando hablamos de disforia de género, lo cierto es que esta puede comenzar incluso en la etapa infantil. En la infancia suele haber problemas para categorizar y expresar sentimientos, por lo que se hace difícil la exteriorización adecuada.
La disforia de género es propia tanto de hombres como de mujeres. La prevalencia es mayor en el sexo masculino.
Conceptos
¿Es lo mismo sexo que género?
No. El sexo se utiliza para la categoría biológica de una persona asignada en la concepción (XX para la mujer y XY para el hombre, existiendo también otras condiciones cromosómicas aparte, como el Síndrome de Turner); los caracteres sexuales primarios y secundarios se asocian al sexo. El género, en cambio, es el cúmulo de comportamientos y conductas construidos socialmente que se asignan a cada sexo según este sea masculino o femenino.
La identidad de género se refiere al sentimiento subjetivo de pertenencia a un género determinado (considerarse a uno mismo mujer, varón o alguna otra denominación).
Estos dos términos son independientes de la orientación sexual, que alude al género (o géneros) por el que la persona se siente atraída sexualmente.
¿Es lo mismo disforia de género que transexualidad?
No. La disforia de género hace referencia al sentimiento de malestar que sufren las personas que no reconocen su género como propio. Así, los y las transexuales pueden padecerla o no, dependerá del grado de sufrimiento y de la aceptación de su entorno cercano y de la sociedad en general.
¿Es lo mismo transgénero que transexual?
No. Aunque los dos términos son parecidos y pueden tener varias acepciones según la fuente, se suele denominar transexuales a las personas que han seguido procedimientos médicos para adaptar su cuerpo a su identidad de género. Siguiendo la lógica anterior, las personas transgénero serían aquellas que, sin aceptar su cuerpo como perteneciente al género sentido, no se someten a tratamientos médicos o no los han finalizado todavía.
Se calcula que hay unos 25 millones de transexuales en todo el mundo.
¿La disforia de género es un trastorno mental?
La respuesta es NO.
No se han hallado factores psicopatológicos de la disforia de género relacionados a causas biológicas. Incluso podría decirse que este es un problema que puede abordarse desde un prisma cultural y social.
Nos encontramos ante una construcción social de género: lo masculino se asocia a la fortaleza y la agresividad mientras que lo femenino se relaciona con la fragilidad y lo emocional. En el momento en el que una persona siente que no encaja con el rol de género asignado y sí con el contrario, comienzan sus problemas de identidad. Así pues, entendemos por rol de género todas aquellas manifestaciones públicas y objetivas asociadas a la identidad de género. Permite a las personas demostrar a los demás hacia que género se sienten más inclinadas.
En las sociedades occidentales, se es más tolerante cuando las mujeres llevan a cabo comportamientos típicos de hombre que cuando es al contrario. En la infancia se puede ver muy bien: si una niña juega con «juguetes de niño», está bien visto; si un niño juega con «juguetes de niña», se pone en duda su virilidad y se emplean con él calificativos despectivos.
A esto se le suma que, tradicionalmente, se ha seguido un sistema binario en esta asignación cultural de géneros. Pueden darse (y, de hecho, se dan) casos en los que algunas personas no se identifican ni con un rol de género ni con otro.
A pesar de que la disforia de género no es una enfermedad mental, el malestar asociado sí puede provocar síntomas de otros trastornos mentales que veremos más adelante.
Causas de la disforia de género
Los intentos de explicación de la disforia de género se orientan hacia dos corrientes distintas:
- Teorías biológicas y genetistas. Plantean que el origen se remonta hasta el crecimiento en el interior del útero. El hipotálamo y un desarrollo hormonal diferente podrían verse implicados.
- Teorías psicosociales. Hablan de interferencia en el aprendizaje de las conductas típicas del género atribuido al sexo de nacimiento, tomando las pautas estereotipadas del sexo contrario.
Síntomas y diagnóstico: ¿cómo se manifiesta la disforia de género?
Recalcamos que la disforia de género no es un trastorno mental. Sin embargo, debido a los problemas que puede producir en la vida diaria de la persona por las emociones y sentimientos negativos, muchas veces es muy útil realizar un diagnóstico.
En cualquier etapa, y durante al menos 6 meses, debe aparecer la incongruencia entre el sexo biológico y la identidad de género sentida. También, un malestar o deterioro funcional significativo asociado.
Etapa infantil
Si es en la infancia cuando comienza la disforia de género, esta aparecerá sobre los 2 o 3 años. Además de las manifestaciones generales a todos los grupos, las específicas son:
- Afirman y repiten que pertenecen al sexo contrario. Desean poseer caracteres sexuales primarios y/o secundarios del sexo contrario.
- Experimentan y expresan sentimientos negativos acerca de sus propios caracteres sexuales.
- Prefieren la ropa asignada socialmente al sexo contrario.
- Eligen participar en actividades y juegos categorizados culturalmente como del sexo contrario. También prefieren los juguetes que «no corresponden» a su género.
- Prefieren tener como compañeros de juego a aquellos del sexo opuesto.
La mayor parte de las niñas y los niños con disforia de género no son evaluados hasta más tarde, de los 6 a los 9 años. En este momento, la problemática ya es crónica. Es alarmante pensar que, durante todo ese período, han estado experimentando malestar y emociones negativas sin que se los tomara en serio.
La disforia de género surgida en la infancia no siempre se traslada a la vida adulta. Dependerá de la aceptación del entorno y de la evolución de los sentimientos de la persona.
Hay que diferenciar el deseo real de pertenecer al género contrario de aquel deseo movido únicamente por ventajas puntuales (por ejemplo, una niña que desea ser niño para recibir las mismas atenciones que su hermano recién nacido). Este último caso no define la disforia de género.
Etapa adolescente y etapa adulta
También puede ocurrir que la disforia de género no aparezca hasta más tarde, en la adolescencia o la adultez. Además de las características generales, deben presentar al menos una de las siguientes:
- Fuerte aversión hacia su propio cuerpo y deseo de poseer caracteres sexuales primarios y/o secundarios típicos del sexo contrario.
- Intenso deseo de pertenencia al género opuesto (o a cualquier otro). A veces, intentan alejarse de sus verdaderos sentimientos de identidad opuesta (mediante, por ejemplo, servicio militar o matrimonios).
- Elección de vestimentas asignadas socialmente al sexo contrario.
- Gran identificación de sus pensamientos, emociones, sentimientos y reacciones como propias del género opuesto (o de cualquier otro).
- Fuerte deseo de ser tratado como una persona del género opuesto (o de cualquier otro). Suelen adoptar el rol que les acerca al género sentido e incluso buscar nuevas tarjetas de identidad acordes a su nueva situación.
- Deseos de someterse a tratamientos hormonales y cirugías que los transformen en el sexo opuesto.
- Síntomas psicopatológicos cuando no obtienen la aceptación familiar y/o social.
Sola, la disconformidad con el propio género no basta para el diagnóstico. Se debe acompañar de una fuerte angustia y/o deterioro significativo en distintas áreas de la vida (familiares, sociales, laborales, etc.).
Problemas asociados a la disforia de género
Estigmatización
El estigma colectivo que se presenta ante la disforia de género se deriva del bajo nivel de educación sexual presente en la sociedad. Provoca prejuicios, discriminación, marginación y rechazo del colectivo trans, aumentando los problemas que ya tienen por la falta de identificación con su propio sexo. Supone una traba más para la adaptación social, convirtiéndolos en personas vulnerables.
Conductas de riesgo
El sentimiento de abandono y la falta de ajuste en la sociedad hacen que se produzcan más este tipo de comportamientos. No es nada fácil lidiar con el continuo desprecio en el colegio, instituto o trabajo. Esto fomenta el abandono prematuro de la escolarización o la disminución de probabilidades de conseguir o continuar en un empleo.
Ausencia de redes de apoyo
Un problema frecuente y que acentúa la disforia de género es la falta de apoyo de la familia y/o los amigos. En estos casos, el sentimiento de soledad es muy acusado. Empeora cuando se percibe que ni siquiera pueden recurrir al sistema sanitario en busca de soluciones y comprensión.
Tratamiento de la disforia de género
Si la persona con disconformidad de género no presenta una angustia excesiva y esta no produce interferencia con su vida, no será necesario prescribirle un tratamiento específico. Normalmente, los individuos con este perfil son capaces de manejar su situación, por ejemplo, eligiendo vestimentas atribuidas al sexo contrario.
Sin embargo, si el malestar y la interferencia son muy significativos, será necesaria una intervención para mejorar la calidad de vida.
Lo ideal es el trabajo conjunto de psicoterapia, aplicación de hormonas, experimentación de vivir un año bajo el género sentido y, en algunos casos, la cirugía de cambio de sexo. De cualquier modo, un tratamiento apropiado disminuye la angustia emocional y las probabilidades de suicidio.
Psicoterapia
Está orientada a la adaptación de las personas a su situación, no a intentar apartarlos de sus ideas y sentimientos con relación a querer pertenecer al otro sexo. La intención persuasoria es poco ética. Asimismo, trata la estigmatización y sus efectos negativos. En el caso de que finalmente se dé un cambio de sexo completo, interviene en la preparación y acompañamiento durante la transición: ayuda con la adquisición de los nuevos roles de género y a afrontar públicamente su nueva identidad sexual.
Las terapias de pareja y las terapias familiares son importantes para ayudar a reducir los conflictos y favorecer un entorno de comprensión y apoyo.
También pretende la evaluación y tratamiento de los trastornos mentales comórbidos (ansiedad, depresión, adicción a sustancias, etc.). El especialista de salud mental puede ver oportuno la prescripción de ciertos psicofármacos para ayudar a combatir estos síntomas.
Casi dos terceras partes de las psicoterapias se aplican a varones biológicos que buscan una identidad femenina y que sienten desagrado hacia sus caracteres masculinos.
Reasignación sexual
La reasignación sexual es más conocida como transexualidad. Para llevarla a cabo, se aplican hormonas feminizantes o masculinizantes (más o menos musculatura, más o menos vello facial, rasgos más o menos suavizados, etc.) y cirugía.
Someterse a la cirugía es delicado, pues el individuo se enfrenta a dificultades familiares y/o sociales. Por ejemplo, pueden estar casadas o casados y tener hijas o hijos. No siempre se da la aceptación por parte de los seres queridos, además de que afecta inevitablemente a las relaciones íntimas con la pareja.
Para acceder a la operación, la persona interesada ha debido ser evaluada psicológicamente y haber pasado al menos un año viviendo bajo el género contrario de forma pública y plena. Se valora la experiencia y se estudia la concesión (recordemos que la cirugía es un paso irreversible).
¿Cómo afrontar la disforia de género?
La etapa de la vida en la que uno o una se da cuenta de que nació en el cuerpo equivocado no es tan importante como saber qué se puede hacer para minimizar el sufrimiento. Es normal tener dudas, angustia, miedo… Enfrentar esa situación no es sencillo. No solo se debe aceptar por uno mismo sino también por la sociedad. Así pues, no es malo no tener clara tu propia identidad de género. Lo que sí hace daño es ocultar estos sentimientos y no buscar ayuda.
Puedes encontrar ayuda.
El temor a compartir estas dudas con la familia puede llegar a ser atroz en muchos casos. Dales la oportunidad de ayudarte, cuéntales cómo te sientes y la necesidad de tenerlos como apoyo. Puede que no sea fácil para ellos aceptar la situación, así que dales tiempo para entenderlo y comprender también sus propios sentimientos. ¿Quién sabe? Quizá ya intuyen tu deseo por el cambio y están esperando a que se lo cuentes.
Por supuesto, acudir al médico y/o al psicólogo siempre es buena opción. Incluso existen grupos de apoyo que pueden orientarte, guiarte en la búsqueda de tu verdadera identidad y en su aceptación.
La importancia de la educación y el respeto
La inclusión de los familiares en la comprensión y el tratamiento de la disforia de género es vital. Les sirve para saber más sobre la incongruencia entre el sexo biológico y la identidad de género que su ser querido experimenta, además de entender el porqué del profundo malestar. Por otro lado, el sufrimiento, aislamiento e inseguridad de las personas que padecen disforia de género disminuyen cuando encuentran apoyo y cariño en sus familias.
Igual de esencial es el respeto por los deseos, emociones y sentimientos del afectado o afectada por la disforia de género. No se debe minimizar la situación alegando que «es una etapa». Si es una etapa o no, solo el protagonista puede decidirlo. Hay que recordar que estamos hablando nada menos que de la identidad de una persona, es un tema delicado. Los juicios sobran.
Por otro lado, la evolución de cada caso es distinta. Se debe ser prudente a la hora de enfocarlo y no dar por hecho nada porque «lo he visto en otros». Cada individuo es único y se debe desmontar el mito de que la persona transgénero o transexual elige su situación. Lo importante es, al final, conseguir la satisfacción con uno mismo, la aceptación de quien es y de quien puede llegar a ser. Hallar esa felicidad que parecía imposible frente al espejo.
Psicóloga colegiada con orientación social e inquietudes literarias, dispuesta a contribuir al desarrollo de las personas. Escritora con varios libros publicados. Madrid.